Aquí os dejo algo muy importante para mí y que me gustaría que leyerais todos.
Lo hice como trabajo para Fundamentos Pedagógicos, y lo adjunto aquí porque es una gran parte de mí, y quizás así entendais el por qué de mi elección en esta carrera.
“Yo conocí a Marian en quinto de primaria. Aunque daba
clases en secundaria, vino a sustituir un año al profesor de música.
Volví a tenerla en segundo y tercero de la E.S.O. ya que fue mi profesora
de Inglés. Así hasta segundo de bachiller, donde fue también tutora de mi
clase.
Recuerdo a Marian en segundo de la E.S.O, hace ya 4 años. Me
llamaban la atención sus labios y su pelo; sus labios porque eran gorditos y me
recordaban a los de una cubana, y también me llamó la atención su pelo, porque
pasó de tenerlo moreno y largo por la
cintura a tenerlo con mechas y corto, pero aún más corto era su flequillo.
 |
|
Mi ángel el día de su boda |
|
En esos cursos Marian ya imponía lo suyo. Nadie le faltaba
el respeto, y además era bastante chula. Era joven. No es la típica profesora
mayor de la que todos se ríen. Por aquel entonces tendría unos 37 años.
Los años siguientes, lo que empezó a llamarme la atención de
ella era el estilo que tenía vistiendo: su ropa era un tanto hippie pero no por
ello estropajosa, ya que se veía a leguas la marca “Desigual”. A pesar de que
no era provocativa vistiendo, eso no impedía que tanto profesores y alumnos nos
diéramos cuenta del señor tipazo que tenía, y que 4 años después sigue
teniendo.
Desde mi punto de vista siempre ha sido una profesora que ha
destacado del resto por lo guapa que es, pero también por la forma en la que
impartía sus clases. Siempre eran más dinámicas que las del resto: muchas veces
los exámenes eran coreografías de baile, que supongo yo que serían para reírse
de nosotros, y otras era aprendernos una canción en inglés y cantarla en medio
de la clase, ¡quien sabe si para dejarnos en ridículo! Quizás esa manera de ver
la vida sea lo que la mantiene tan joven por fuera y por dentro.
Recuerdo una vez, en el curso de tercero de la E.S.O. una
actividad que realizamos en la clase de Lengua. Tuvimos que dividir la clase y
enfrentar nuestros puntos de vista sobre un tópico bastante curioso. Pusimos el
ejemplo de una princesa Disney que dejaba a su príncipe porque le era infiel y
se iba con otro. Algunos defendían y otros la echaban a la hoguera. Pero allí
estábamos todos, tomándonos la clase más en serio que nunca. Era una forma de
ampliar nuestros puntos de vista, ya que a pesar de vivir en el siglo que
vivimos, muchos somos más cerrados de lo que creemos, y al contrario que ella,
no somos capaces de barajar más puntos de vista.
Además, que su aspecto físico no pasara desapercibido para
ninguno de nosotros nos hacía pensar en miles de historias ficticias sobre
ella, como por ejemplo que tenía un rollo a escondidas con el director del
colegio, y que en las reuniones entre ambos en el despacho eran un tanto “divertidas”.
Evidentemente todo mentira, pero a nosotros nos gustaba jugar a imaginarnos las
historias que los profesores tienen pero que guardan para ellos.
Desde preescolar hasta bachiller, siempre he estado en el
mismo colegio, por lo que por lo general mi relación con los profesores siempre
ha sido bastante estrecha, pero nuestra relación se salía de esa estrechez.
Acabamos considerándonos madre e hija.
Todo empezó a raíz de un viaje que hicimos vente alumnos y
unos cinco profesores a Estados Unidos.
Era la primera vez que los Escolapios, mi instituto, salía
del país, algo de lo que siempre nos veníamos quejando los alumnos en los
viajes de curso. Y finalmente, lo conseguimos, aunque solo íbamos los alumnos
con mejor expediente durante dos semanas a Minnesota.
A cada uno nos habían asignado una casa dependiendo de si
queríamos que nos acogiera una chica o un
chico, o si nos importaba que tuvieran mascotas. Evidentemente yo elegí
una chica y con animales.
Tras casi un día entero de viaje, llegamos a Chicago, donde
hicimos escala. Tuvimos que dividir el grupo para llegar a Minneapolis porque
perdimos un vuelo. En el primer grupo Marian venía con nosotros, porque los
alumnos no podíamos viajar solos.
Es cierto que cuando viajas a un país extranjero, o te encuentras
en algún sitio lejos de tu familia, de tu novio y de tus amigas, buscas cariño
donde sea y de la manera que sea. Yo no tenía la confianza necesaria para ir
abrazando por ahí a los que me acogían en esa casa, además ya sabemos que los
americanos son un poco más fríos que nosotros, por lo que Marian fue ese punto
de cariño y de calor materno que yo necesitaba.
 |
Juntas en Minnesota, Estados Unidos. |
Pasadas las dos semanas, llegamos de nuevo a Sevilla, pero
para mí sorpresa yo no me encontré a mis padres como locos gritando por mi
llegada, que va. Al revés. Cuando llegué fue cuando me enteré que ya no estaban
viviendo juntos. Posiblemente fue el shock más grande de mi vida. Tras 16 años
largos super segura de que mis padres estarían juntos por siempre, en cosa de
dos semanas todo eso se derrumbó, y yo me enteré en unos cinco minutos.
Me di cuenta que mi madre se acercó a Marian mientras yo
saludaba a mi padre, porque claro, estaban separados el uno del otro.
Al día siguiente, Martes, ya tocaba ir a clase. Era mi
primer día de curso, aunque el resto de mis compañeros ya llevaban unas dos
semanas dando clase. Marian resultó ser también mi tutora, y ese mismo día me
metió en su despacho para preguntarme sobre cómo estaba.
Yo ya conocía que ella tenía muy buena relación con una
chica de la clase de al lado, con Cristina. Pero lo nuestro fue más allá
de cualquier tipo de relación que
esperas encontrarte de una profesora y una alumna.
Pasaron los días, y como en cualquier separación tramitada a
las malas, las cosas fueron a peor. Para colmo la relación con mi novio con el
que llevaba dos años estaba en declive. No tenía amigas en las que
verdaderamente apoyarme, y en mi casa la situación era aún más inestable que el
resto de mi vida. ¿Cómo podía enfrentarme sola a algo así, tratando de aprobar
además segundo de Bachiller y con ello poder acceder a la carrera?
Llevé preguntándomelo todo el curso, porque desde el primer
día ya estuve fastidiada por las circunstancias, y por desgracia, una cosa así
no se termina en un día justo. Mi vida se convirtió en un auténtico desastre.
Yo no sabía lo que me pasaría al día siguiente, porque con cada día que pasaba,
lograban sorprenderme más, y por supuesto, para mal.
En mi caso, la separación de mis padres afectó mucho a mi rendimiento
escolar. Ya no tanto la separación en sí porque yo ya tenía una edad para
aceptar que si no se quieren no tienen por qué estar juntos, si no por lo que
vino después. Que mi padre intentara alejarme de mi familia materna y en
especial de mi abuelito de mi vida me hizo creer que solo él llevaba razón y
que ellos no me querían. Me metí en cosas y cuestiones en los que no tendría
que haberme metido. Me vi envuelta en muchas preguntas sin respuesta, y me
sentí que no valía nada y por lo tanto, no era capaz de aprobar el último
curso.
Pero ella estuvo ahí.
Recuerdo muchas de las veces que estuve con ella en el
despacho, llorando por supuesto. Una vez fui al cuarto de baño para poder
evadirme del mundo, y ella se quedó conmigo. Entonces me dijo algo que para
nosotras se ha convertido en algo clave, y que me hizo repetir para que yo
misma me lo creyera aun sin querer, y fue “soy una persona feliz, muy feliz,
aunque ahora esté pasando por un mal momento”.
Parece mentira que eso sirviera para algo, pero es algo que se me quedó
grabado en la memoria y que ahora cuando paso un mal momento, recuerdo. Y me
hace acordarme de lo fuerte y feliz que soy aunque no todo siempre sea de color
de rosa.
Un día que fue muy especial para mí fue cuando, en su
despacho como de costumbre, acabamos las dos llorando a moco tendido. Fue allí
donde ella me contó algo que según dijo, solo yo sabía. Era sobre su madre, y
hasta ahí puedo leer, porque es su secreto y como mucho, mío.
Marian fue esa persona que siempre me hizo recordar a mi
madre, de la que en algún momento me olvidé por creer a personas que no debía
haber creído. Marian fue mi ángel de la guarda. La que me llamaba cada tarde a
mi móvil para saber como estaba. La que me decía cuantísimo valía. La que me
ayudó a creer en mí. La que me enseñó a no arrepentirme del amor que daba
porque, y lo afirmaba muy segura de sí misma, el amor que das acaba volviendo a
ti tarde o temprano.
Puedes imaginarte mi cara cuando me dieron el boletín de
notas. Tras 9 meses de infierno, las había aprobado todas. Me puse a llorar
cuando ella me lo dijo, porque además me dijo que estaba muy orgullosísima de
mí, y eso sin duda alguna fue lo que más me llenó.
A pesar de que me curré lo más que pude el curso, fue a ella
a quien le dediqué mi aprobado, porque había sido la UNICA persona que había
permanecido conmigo día tras día como si fuera algún tipo de bendición. Ella
fue la que me animó cuando yo pensaba que iba a repetir, pero no.
Nuestra relación no paró ahí. Es más, el día de mi
graduación fue ella quien me llevó en su coche. Nos lo prometimos. Ella tenía
que seguir ahí hasta el último día de curso. Para colmo, el primer de
Selectividad también fue ella la que me llevó. Y quizás fue eso lo que me ayudó
a entrar tranquila al examen, y con ello, lo que hizo que aprobara
selectividad.
Marian siempre destacará para mí entre todas las demás. Se
refería a mí como “gordita” y de algo de lo que nunca me cansaré es de sus
abrazos y de sus “te quiero gordi” antes de colgar.
Gracias a ella tuve muy claro que yo tenía que ser ese “ángel
de la guarda” que ella fue para mí. Me sentí con fuerzas para ser yo la que le
diera a adolescentes con carencias como con las que yo tuve ese cariño que no
reciben, así como la atención y el impulso para seguir adelante. Hubo momentos en los que me comporté como una
autentica niñata, y rompía cosas y gritaba como una loca porque me veía sola en
casa día tras día, pero tuve la suerte de que mi “mami postiza” apareciera en
mi vida para evitar eso y para luchar por mí para que saliera adelante.
No tengo muy claro si todos podrían aceptar el trato tan
especial que ella tuvo conmigo, pero sé de sobra que si eso no hubiera sido así
y ella no se hubiera arriesgado a confiar en mí y en mis capacidades, yo no
estaría aquí hoy. ¿Pero sabes qué? Soy una persona feliz, muy feliz, aunque
pase por malos momentos, y eso jamás podrá olvidárseme.”
Te quiero.